El encuentro de Ūṣā y Aniruddha

El encuentro de Aniruddha y Ūṣā, que provocó una gran lucha entre el Señor Kṛṣṇa y el Señor Śiva, es muy misterioso e interesante. Mahārāja Parīkṣit estaba ansioso de oír la historia completa de labios de Śukadeva Gosvāmī, y así pues, Śukadeva la narró: «Mi querido Rey, debes de haber oído el nombre del rey Bali. Él era un gran devoto que dio como caridad todo lo que tenía —es decir, el mundo entero— al Señor Vāmana, la encarnación de Viṣṇu en la forma de un brāhmaṇa enano. El rey Bali tenía cien hijos, y el mayor de todos era Bāṇāsura».

Este gran héroe Bāṇāsura, nacido de Mahārāja Bali, era un gran devoto del Señor Śiva, y siempre estaba dispuesto a prestarle servicio a él. En virtud de su devoción, alcanzó una gran posición en la sociedad, y fue honrado en todo aspecto. En realidad, él era muy inteligente y también liberal, y todas sus actividades son dignas de alabanza, ya que nunca se desvió de su promesa ni de su palabra de honor. Él era muy veraz y estaba firme en su voto. En aquellos días él estaba gobernando la ciudad de Śoṇitapura. Por la gracia del Señor Śiva, Bāṇāsura tenía mil manos, y se volvió tan poderoso, que aun los semidioses como el rey Indra le servían como sirvientes muy obedientes.

Hace mucho tiempo, cuando el Señor Śiva se encontraba bailando con su célebre estilo llamado tāṇḍava-nṛtya, por el cual se le conoce como Naṭarāja, Bāṇāsura ayudó al Señor Śiva en su danza, tocando rítmicamente los tambores con sus mil manos. El Señor Śiva es bien conocido como Āśutoṣa —muy fácil de complacer— y también es muy afectuoso con sus devotos. Es un gran protector de las personas que se refugian en él, y es el amo de todas las entidades vivientes de este mundo material. Sintiéndose complacido con Bāṇāsura, dijo: «Cualquier cosa que desees puedes obtenerla de mí, ya que estoy muy complacido contigo». Bāṇāsura contestó: «Mi querido señor, por favor permanece en mi ciudad solo para protegerme de las manos de mis enemigos».

Una vez, Bāṇāsura fue a ofrecerle sus respetos al Señor Śiva. Tocando los pies de loto del Señor Śiva con su yelmo, el cual brillaba como el globo solar, le ofreció sus reverencias. Mientras ofrecía sus respetuosas reverencias, Bāṇāsura dijo: «Mi querido señor, todo aquel que no haya complacido sus ambiciones, podrá hacerlo si se refugia en tus pies de loto, que son como árboles de deseos: uno puede tomar de ellos cualquier cosa que desee. Mi querido señor, me has dado mil brazos, pero no sé qué hacer con ellos. Por favor, perdóname, pero parece que no puedo usarlos apropiadamente en la lucha. No puedo encontrar a nadie que sea apto para luchar conmigo excepto vuestra señoría, el padre original del mundo material. Algunas veces siento una gran necesidad de luchar con mis brazos, y salgo a buscar un guerrero adecuado. Desafortunadamente, todo el mundo huye porque conoce mi poder extraordinario. Frustrado por no encontrar un oponente, simplemente satisfago el prurito de mis brazos golpeándolos contra las montañas. De esa manera, hago añicos a muchas montañas grandes».

El Señor Śiva comprendió que su bendición se había vuelto problemática para Bāṇāsura, y le habló de la siguiente manera: «¡Bribón!, estás muy ansioso por luchar, pero como no tienes a nadie con quien hacerlo, estás acongojado. Aunque piensas que no hay nadie en el mundo que se pueda oponer a ti, excepto yo, he de decir que a su debido tiempo encontrarás a una persona así de competente. En ese momento tus días llegarán a su fin, y tu bandera de victoria ya no ondeará más. ¡Entonces verás tu falso prestigio hecho añicos!».

Después de oír la afirmación del Señor Śiva, Bāṇāsura se envaneció mucho con su poder. Estaba regocijado porque encontraría a alguien que sería capaz de hacerlo añicos. Luego, Bāṇāsura regresó al hogar con gran placer, y quedó esperando siempre el día en que el luchador adecuado apareciera para acabar con su poder. Él era un demonio así de tonto. Parece que los seres humanos demoníacos y tontos, cuando están excesivamente sobredotados de opulencias materiales, quieren exhibir estas opulencias, y dicha gente tonta siente satisfacción cuando estas opulencias se agotan. Lo que se quiere decir es que no saben cómo emplear su energía en causas justas, no estando conscientes del beneficio que trae el desarrollar conciencia de Kṛṣṇa. En realidad, hay dos clases de hombres: los que están concientes de Kṛṣṇa, y los que no están concientes de Kṛṣṇa. Los hombres que no están concientes de Kṛṣṇa, generalmente se encuentran consagrados a los semidioses, mientras que los hombres conscientes de Kṛṣṇa están consagrados a la Suprema Personalidad de Dios. Las personas conscientes de Kṛṣṇa utilizan todo para el servicio del Señor. Las personas que no están conscientes de Kṛṣṇa utilizan todo para la complacencia de los sentidos, y Bāṇāsura es un ejemplo perfecto de una persona así. Él estaba muy ansioso de utilizar para su propia satisfacción, su extraordinario poder de lucha. Por no encontrar a ningún combatiente con quien luchar, golpeaba las montañas con sus poderosas manos, haciéndolas añicos. En contraste con eso, Arjuna también poseía poderes extraordinarios de lucha, pero los utilizaba únicamente para Kṛṣṇa.

Bāṇāsura tenía una hija muy hermosa cuyo nombre era Ūṣā. Una noche, cuando ya ella había alcanzado la edad de matrimonio, soñó, mientras dormía entre sus muchas amigas, que Aniruddha estaba a su lado y que ella estaba disfrutando de una relación conyugal con él, si bien en realidad nunca antes lo había visto ni había oído hablar acerca de él. Ella se despertó de su sueño exclamando muy fuertemente: «¡Mi querido amado!, ¿dónde estás?». Al verse descubierta de esa manera ante sus demás amigas, se sintió un poco avergonzada. Citralekhā, la hija del primer ministro de Bāṇāsura, era una de las amigas de Ūṣā. Citralekhā y Ūṣā eran amigas íntimas y, movida por una gran curiosidad, Citralekhā le preguntó: «Mi querida y hermosa princesa, todavía no estás casada con ningún muchacho joven, ni has visto a ningún muchacho hasta ahora; así que me sorprende que hayas exclamado eso. ¿A quién buscas? ¿Quién es tu digna pareja?».

Al oír las preguntas de Citralekhā, Ūṣā respondió: «Mi querida amiga, en mi sueño vi a un apuesto joven que era muy, muy hermoso. Su tez era morena, sus ojos eran como pétalos de loto, y estaba vestido con ropas amarillas. Sus brazos eran muy largos, y sus rasgos corporales generales eran tan agradables, que cualquier muchacha joven se sentiría atraída por él. Siento mucho orgullo en decir que ese joven hermoso me estaba besando, y yo estaba disfrutando mucho del néctar de sus besos. Lamento tener que informarte que él desapareció justamente después de eso, y he sido lanzada al remolino de la desilusión. Mi querida amiga, estoy muy ansiosa de encontrar a ese maravilloso joven, el anhelado señor de mi corazón».

Después de oír las palabras de Ūṣā, Citralekhā inmediatamente respondió: «Puedo comprender tu desconsuelo, y te aseguro que si ese muchacho se encuentra en alguno de estos tres mundos —los sistemas planetarios superiores, intermedios e inferiores— habré de conseguirlo para tu satisfacción. Si puedes identificarlo por tus sueños, habré de darte paz mental. Ahora bien, permíteme dibujar algunos retratos para que los inspecciones, y tan pronto como encuentres el retrato de tu anhelado esposo, házmelo saber. No importa dónde él esté, yo conozco el arte de cómo traerlo aquí. Así, tan pronto como lo identifiques, inmediatamente dispondré todo para ello».

Citralekhā, mientras hablaba, comenzó a dibujar muchos retratos de los semidioses que habitaban en los sistemas planetarios superiores; luego dibujó retratos de los Gandharvas, Siddhas, Cāraṇas, Pannagas, Daityas, Vidyādharas y Yakṣas, así como también de muchos seres humanos. (Las afirmaciones del Śrīmad-Bhāgavatam y otras Escrituras védicas, prueban definitivamente que en todos y cada uno de los planetas hay diferentes variedades de entidades vivientes. Por lo tanto, es una tontería afirmar que no hay más entidades vivientes que las que se encuentran en la Tierra). Citralekhā dibujó muchos retratos. Entre los de los seres humanos estaba la dinastía Vṛṣṇi, y entre ellos estaban: Vasudeva, el padre de Kṛṣṇa, Śūrasena, el abuelo de Kṛṣṇa, Śrī Balarāmajī, el Señor Kṛṣṇa y muchos otros. Cuando Ūṣā vio el retrato de Pradyumna se sintió un poco avergonzada, pero cuando vio el retrato de Aniruddha se sintió tan avergonzada, que inmediatamente bajó su cabeza y sonrió; había encontrado al hombre que buscaba. Ella le identificó el retrato a Citralekhā como el hombre que había robado su corazón.

Citralekhā era una gran yoginī mística, y tan pronto como Ūṣā identificó el retrato, y aunque ninguna de las dos jamás lo había visto ni conocía su nombre, Citralekhā inmediatamente pudo comprender que el retrato era de Aniruddha, un nieto de Kṛṣṇa. Esa misma noche viajó por el espacio sideral, y en muy poco tiempo llegó a la ciudad de Dvārakā, que estaba bien protegida por Kṛṣṇa. Ella entró al palacio y encontró a Aniruddha durmiendo en su alcoba, en una cama muy opulenta. Citralekhā, mediante su poder místico, llevó de inmediato a Aniruddha, dormido como se encontraba, a la ciudad de Śoṇitapura, para que Ūṣā pudiera ver a su anhelado esposo. Ūṣā de inmediato comenzó a irradiar felicidad y a disfrutar de la compañía de Aniruddha con gran satisfacción.

El palacio en el cual Ūṣā y Citralekhā vivían estaba tan bien fortificado, que era imposible que varón alguno entrara o pudiera ver hacia adentro. Ūṣā y Aniruddha vivieron juntos en el palacio, y día tras día el amor de Ūṣā por Aniruddha crecía cuatro veces por cuatro veces. Ūṣā complacía a Aniruddha con sus valiosos vestidos, flores, guirnaldas, esencias e incienso. Junto al lugar para sentarse que se encontraba al lado de la cama, había otros enseres con propósitos domésticos: agradables bebidas tales como leche y helados, y sabrosos comestibles que podían masticarse o ser tragados. Por encima de todo, ella lo complacía con palabras dulces y con un servicio muy complaciente. Ūṣā adoró a Aniruddha como si fuera la Suprema Personalidad de Dios. Por su excelente servicio, Ūṣā hizo que Aniruddha se olvidara de todas las demás cosas, y fue capaz de atraer su atención y su amor por ella sin que hubiera desviación alguna. En esa atmósfera de amor y servicio, Aniruddha prácticamente se olvidó de sí mismo, y no podía recordar cuántos días había estado lejos de su verdadero hogar.

A su debido tiempo, Ūṣā exhibió unos síntomas corporales mediante los cuales se podía comprender que estaba teniendo relaciones sexuales con un amigo. Los síntomas eran tan prominentes, que sus acciones ya no podían escondérsele a nadie. Ūṣā estaba siempre alegre en compañía de Aniruddha, pero no sabía hasta dónde llegaba su satisfacción. El ama de llaves y los guardias fácilmente pudieron adivinar que estaba teniendo relaciones íntimas con un amigo, y sin esperar a que ocurrieran más sucesos, todos le informaron de ello a su amo Bāṇāsura. En la cultura védica, una muchacha soltera que se asocia con un varón, constituye la mayor vergüenza para la familia, y así, el celador, con mucha cautela, le informó a su amo que Ūṣā estaba revelando síntomas que indicaban una relación deshonrosa. Los sirvientes le informaron a su amo que ellos no estaban siendo negligentes en absoluto en el cuidado de la casa, pues estaban alertas, día y noche, para evitar que algún joven pudiera entrar. Tenían tanto cuidado, que ningún varón podía ni siquiera ver lo que sucedía allí, y por ello, estaban sorprendidos de que ella se hubiera contaminado. Ya que no podían averiguar la razón de ello, expusieron la situación entera a su amo.

Bāṇāsura sufrió una conmoción al saber que su hija Ūṣā ya no era una doncella virgen. Esto fue un gran peso para su corazón, y sin demora, corrió apresuradamente hacia el palacio en el que Ūṣā vivía. Allí vio que Ūṣā y Aniruddha estaban sentados juntos, hablando. Ūṣā y Aniruddha se veían muy hermosos juntos, ya que Aniruddha era el hijo de Pradyumna, quien era Cupido mismo, Bāṇāsura vio a su hija y a Aniruddha como una pareja adecuada, mas aun así, por el prestigio de la familia, no le gustó la combinación en absoluto. Bāṇāsura no sabía quién era el muchacho en realidad. Él reconoció el hecho de que Ūṣā no había podido escoger en los tres mundos a nadie que fuera más hermoso. La tez de Aniruddha era brillante y morena. Estaba vestido con ropas amarillas, y tenía ojos que eran como pétalos de loto. Sus brazos eran muy largos, y tenía un rizado y hermoso cabello azulado. Los deslumbrantes rayos de sus zarcillos brillantes y la hermosa sonrisa de sus labios eran ciertamente cautivadores. Aun así, Bāṇāsura estaba muy furioso.

Cuando Bāṇāsura lo vio, Aniruddha estaba ocupado en jugar con Ūṣā. Aniruddha estaba muy bien vestido, y Ūṣā lo había enguirnaldado con diversas flores hermosas. El polvo rojizo de kuṅkuma que se colocaba en los pechos de las mujeres, había salpicado algunas partes de la guirnalda, indicando que Ūṣā lo había abrazado. Bāṇāsura estaba pasmado de asombro al ver que aun en su presencia, Aniruddha seguía sentado tranquilamente frente a Ūṣā. Aniruddha sabía, sin embargo, que su futuro suegro no estaba complacido en absoluto, y que estaba reuniendo en el palacio a muchos soldados para atacarlo.

Así pues, no encontrando ninguna arma, Aniruddha agarró una vara grande de hierro, y se paró ante Bāṇāsura y sus soldados. Él adoptó con firmeza una postura, indicando con ello que si lo atacaban, derribaría al piso, con la vara de hierro, a todos los soldados. Bāṇāsura y su compañía de soldados vieron que el muchacho estaba de pie ante ellos como si fuera el superintendente de la muerte con su cetro invencible. Entonces, siguiendo la orden de Bāṇāsura, los soldados que se encontraban por todos los lados trataron de capturarlo y arrestarlo. Cuando se atrevieron a acercársele, Aniruddha los golpeó con la vara, rompiendo sus cabezas, piernas, brazos, muslos y, uno tras otro, comenzaron a caer al piso. Los mató así como el líder de una bandada de halcones mata, uno tras otro, a los perros que ladran. De esa forma, Aniruddha pudo escapar del palacio.

Bāṇāsura conocía diversas artes de lucha, y por la gracia del Señor Śiva, sabía cómo capturar a un oponente usando una nāga-paśa, o lazo de culebra, y así pues, Aniruddha fue capturado mientras salía del palacio. Cuando Ūṣā recibió la noticia de que su padre había arrestado a Aniruddha, fue sobrecogida por la pesadumbre y la confusión. Las lágrimas comenzaron a deslizarse de sus ojos y, siendo incapaz de controlarse, comenzó a llorar muy fuertemente.

Así termina el significado de Bhaktivedanta del capítulo sexagésimo segundo del libro Kṛṣṇa, titulado: «El encuentro de Ūṣā y Aniruddha».

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